Hoy he abierto el armario y las he visto allí, vacías. Las maletas que a tantos viajes nos han acompañado.
¡Qué ganas de volver a viajar!
Cuando empezó el confinamiento, lo que menos me preocupaba era salir. Deseaba quedarme, disfrutar de la casa, leer, escribir, jugar con mis hijos, cocinar, bailar, hacer yoga…
Y empezamos a hacer churros, y pan, mucho pan, y presumíamos de hacer exquisitas recetas, y alardeábamos de hacer ejercicio en casa, y seguíamos haciendo pan, y leyendo más, y haciendo más yoga, y escribiendo más.
Pero poco a poco, el tiempo va pesando. El año que parece que está pasando rápido, va dejando huella y todo aquello que he dejado de hacer lo voy anhelando cada vez más. Y entonces mi mente divaga y se va, y vuela a aquellos sitios en los que ya he estado. De momento ni siquiera a los que aún no he ido.
Y por si algo se me olvida, mi móvil me recuerda qué hacía cada día de cada año.
Y empiezo a recordar, y a ver fotos, y me veo en la playa, y hasta creo que ese día no fue ni tan bueno como pintan las fotos, pero qué daría yo por estar otra vez ahí, al sol, escuchando el sonido de las olas, y por qué no, las peleas de los niños.
Y cierro los ojos y se me agudizan los 5 sentidos, huelo a mar, siento la arena, oigo las gaviotas, saboreo los sardinas de Málaga y, sobre todo, veo a la gente en reuniones grandes, hablando, jugando a las palas, saltando las olas, y las veo SIN MASCARILLAS, y cuando tengo esa imagen en mi cabeza, pienso en las inmensurables ganas que tengo de que volvamos a estar así.
Y llega otro mes, y me recuerda cuando estuve en un camping, y vuelvo a ver cómo era la vida antes. Y nos veo a todos compartiendo baños, haciendo barbacoas conjuntas, y yendo en patrulla a fregar los platos del desayuno, de la comida, de la cena, compartiendo veladas con los vecinos de tienda, y contándonos las rutas que podíamos hacer al día siguiente, ¡y SIN MASCARILLA!
– Mamá, que me voy a jugar con Andrés, que vamos a dar una vuelta por el camping.
– Claro, hijo, trae el pan de camino.
Y es que esas amistades de camping son tan especiales…
Que paz da sentir la tranquilidad de la naturaleza en buena compañía.
Y sí, estamos aguantando bien, y todos sabemos lo que hay que hacer, pero ya va pesando.
Pesa cuando me llama mi amiga que está pasando un mal momento y le tengo que dar abrazos virtuales, pesa cuando mi hijo me dice que por qué no puede abrazar a los niños, pesa cuando veo a los mayores solos, porque son personas vulnerables, y pesa porque quizá se vayan antes a causa de la tristeza de no poder abrazar a un hijo o a un nieto.
Pesa cuando mi hijo me pide ir a las bolas y cuando con su corta edad me pregunta que cuando se va a ir el virus.
Y sigo viendo fotos y vuelvo a mirar en el armario y allí siguen estando, las maletas, VACÍAS, atesorando recuerdos.
Me encanta todo lo que voy leyendo de lo que escribes. Es todo tan bonito y expresando tan bien lo que se siente en cada momento. Sigue escribiendo y expresándote tan bonito. Me alegra un montón que todo te esté yendo muy bien. Te quiero un montón😘😘😘❤️❤️❤️
Me alegra mucho que te guste, amiga. Gracias por leerme y por tus comentarios siempre tan bonitos.